De regreso a casa, cierta sensación de confianza me invadió. La luz de los fluorescentes del techo estiraba las sombras y recreaba una atmosfera pesada y opaca. Ella seguía en el mismo lugar dónde la hubiera dejado semanas atrás: acodada en la barra de un bar, mirando distraída cierto programa de televisión con expresión divertida.
—Hola —saludo desde la ambigüedad de una actitud estudiada—. Había una bonita luna, ¿verdad?
Asentí mansamente. Me tendió un paquete de parches de nicotina mientras me guiñaba un ojo.
—Se te ha echado de menos —mentí.
—Siempre has tenido tanta memoria como cara.
Hubo un par de segundos que ella relleno con un Martini en su punto óptimo de mezcla y en algún lugar, un labrador de pelo cobrizo ladraba en la distancia. Como una mosca entretenida en un parterre, me distrajeron las finas arrugas que se formaban bajo sus ojos.
—Estás raro esta noche —dijo—. Más raro que de costumbre, quiero decir.
—Creo que me he enamorado de ti.
Un breve instante de sumisa atención se quedó flotando entre nosotros. Y justo cuando una delicada sonrisa se formaba en su boca, me miró con gravedad.
—¡Oh, Dios! ¡No estás bromeando!
—No —respondí y por alguna extraña razón que no adivinaba a conocer, creí conveniente acariciar su mano enlutada para dar vehemencia a mi asentimiento.
Sus ojos tenían un velo funesto y desde algún lugar, dolorosamente cercano al pequeño lugar donde guardaba el pedazo de alma que una vez me había mostrado, una mueca de decepción brotó para reclamar (casi para implorar) la eterna pausa que siempre deberíamos haber sido.
—¡Joder! No me haga esto… ahora no.
—¿Ahora? ¿Ha habido algún momento adecuado? Quiero decir…
—Sé que quieres decir. Déjalo ahí.... Dejémoslo ahí. De verdad.
Sin saber muy bien por qué, deseé besarla ahora más que nunca. .
—Nunca me ha gustado toda esa morralla dialéctica dedicada a controlar nuestros pasos. ¿No eras tú quien prefería amar a querer? Vale, pues te amo. Para mi desgracia. Incluso, con un poco de tu ayuda, podría, bueno, estoy seguro… llegar a hacerlo del modo en que tú quieres. De un modo menos, futuro, menos… “nuestro”… Menos de ese modo en que siempre nos quedábamos a medias… ya sabes a que me refiero, ¿no?... ¿Cómo quieres que te quieran…? Creo que me estoy enredando con las palabras… ¡Oh, vaya! Esto empieza a ser un tanto extraño…
No hubo tiempo para más. El reloj bramó desde el otro lado de la realidad y mi sueño dentro de un sueño, mi pequeño fractal de irrealidad se destrozó contra los restos de una noche de brujas tenue y abigarrada.
“Ach! Odio-amo soñar contigo”