domingo, 16 de octubre de 2011

Tell it to me...

Al otro lado de la línea telefónica tu respiración se esparce por la habitación, de la distancia, del absurdo tiempo tangencial e inconstante en su terquedad por separarnos.

—¿Eres feliz?

Un silencio de duda y después:

—Sí, lo soy.

¿Puedo alegrarme de que lo seas sin mí? ¿Duele menos imaginarte plana, vertical y sumisa?

Te sientas en el balcón, fuera, allí abajo, los coches pasan despacio, arrojando el agua del asfalto hacia las aceras. Tom Waits canta y enciendes un cigarrillo.

Tell it to me,

Tell it to me…

El mundo, como un ente flamígero y abandonado, libre de toda culpa, siguió girando después de colgar el teléfono. Tras el odio reprimido, las copas de los árboles se mecen entre espasmos de una primavera venida a menos. De sus hojas, como ociosos gusanos, se desliza la divina amnistía entre tú y yo. Y el sol se derrama sobre nuestras cabezas insolentes.

Menos que un punto y aparte, menos incluso que un punto y final. Dejamos la página sin cerrar.

miércoles, 5 de octubre de 2011

...

Uno se levanta antes de que suene el despertador, con las mejores intenciones posibles. Saluda al miércoles tratando de ser un poco mejor que ayer, o en su defecto, solo un poco peor. Tras la ducha, se sienta en el sofá con una taza de té humeante y le da por encender la televisión para comprobar que funciona y porque, no lo podemos negar, siente una irresistible atracción por Ana Pastor. ¿Para qué lo habré hecho? Piensa tan solo un par de minutos después. Jueces que defienden a golpe de patriarcado que los insultos dentro de la pareja son una muestra de cariño, delegados de cajas de ahorros que se jubilan siendo tan millonarios como hijos de puta y para rematar, la bolsa sube. ¿Y a mí qué más me da?
Uno ya está muy harto de que el juego de azar de los millonarios sea más motivo de preocupación que el hecho de que en este mundo siga muriendo gente de hambre, que no, coño. Que a mí que el IBEX se de de morros contra el suelo me la trae floja, que si los traders del siglo XXI tuvieran un poco de ética saltarían desde sus lujosos áticos en las grandes avenidas como en el 27 y no esperarían que papa-estado les diera la pasta que su ineficacia ha hecho perder a su empresa. Que yo ya sé, hace mucho, que un sistema donde los que reparten son además el problema y se creen solución no funciona.
Que yo no estoy indignado, que estoy hasta los huevos de ellos y por mí como si el jodido Wall Street revienta.