domingo, 7 de agosto de 2011

Amnesia

Apoyado en el petril de la terraza contemplé el mar en la distancia. Debían ser cerca de las tres de la madrugada y la luna, como una obstinada amante me mantenía con los ojos abiertos de par en par, y los sentidos (los seis) erizados. El aire traía una extraña mezcla de salitre y sudor hasta la habitación, y las olas resplandecían en breves conatos de efusiva brevedad. Cuando miré a mi derecha, el tipo del sombrero rojo me observaba con un gesto de curiosidad pintado en su enjuto rostro.
-Hola -saludó alzando su mano y su gesto pareció quedar un instante colgado de la invisible terquedad del momento efímero.
Yo le devolví el saludo alzando mis cejas. Un gesto que de seguro, quedó oculto por la oscuridad.
-Ha hecho calor hoy, ¿verdad? -preguntó. Las luces del puerto parpadearon en sus retinas azuladas un instante.
Asentí.
Comenzó a liar un petardo. Abajo, el rumor de los turistas que se negaban a regresar a sus camas se perdía y llegaba amortiguado por una amalgama de distintos olores y texturas blancuzcas. Sinestesia e insomnio, una mala combinación.
-¿Y cómo estás? -preguntó. Alzó medio cuerpo por encima de la tarima que separaba nuestros balcones y me tendió el canuto-. Ya llevas unos meses por aquí. ¿Cómo te sientes? ¿Te gusta este sitio?
-No estoy muy seguro -respondí dando una breve calada. El humo se elevó sobre nuestras cabezas. Su rumor azulado y narcótico se perdió en mis sienes casi al instante-. Quiero decir que no sé si me gusta este sitio. Al principio todo parecía tener un sentido. Todo parecía obedecer a una especie de patrón. Un cierto orden natural... Pero ahora, me siento de nuevo más perdido que de costumbre y no sé muy bien hacia donde ir...
-Oh -vaciló un segundo-. El movimiento browniano no debería quitarte el sueño. Arroja un puñado de arroz al suelo y al instante habrá un batallón de imbéciles viendo patrones donde sólo hay azar. Y además, puedes tomarte el tiempo que necesites. Tampoco es que lo que decidas vaya a tener una trascendencia capital. Si algo nos enseñó el viejo es que todo es relativo. ¿no? Y después el jodido gato de ese condenado austriaco llegó para acabar de enredarlo todo. ¡Qué bello parecía todo cuando la vieja y fiable mecánica extendía sus predecibles brazos sobre todo lo cognoscible y lo onírico! En realidad -le tendí el petardo-, no deberías preocuparte demasiado por nada. Lo que decidas hoy será tan sólo un recuerdo mañana.
-Te entiendo -asentí-. Lo azul, es hoy rojo. Lo imperturbable, fútil. Lo real, tan sólo factible. Pero sigue habiendo una excepción: lo inalcanzable sigue siendo sólo arena que se escapa...
-Sólo son ondas. Partículas que se comportan de un modo extraño, impredecible. Posibilidades, mediciones que se hacen reales tan sólo cuando las mensuramos. No deberías preocuparte tanto por ello. La realidad está determinada por el observador. ¿Lo recuerdas?
-Es fácil decirlo -me quejé-. ¿Tú has amado?
-¡Uf! ¡Qué complicado, chaval! Dame algo que pueda pesar, medir, cuantificar, transformar, horadar, elevar, hacer reaccionar ante determinadas sustancias... y te diré que existe. Cuando la tira de papel cambia de color, existe. Todo lo demás es mera palabrería.
-Una visión demasiado determinista para mi gusto.
-¡Así te va! Tu falta de pragmatismo es proporcional a tu completa desorientación.
-Hmmm... Es posible -musité.
Abajo, el rumor de las olas se convirtió en un monótono hilo que zigzagueaba por entre los edificios. Y la luna seguía brillando con una débil pulsión suicida.


Estaba sonando: Bowie - Space Oddity

1 comentario:

  1. Tu falta de pragmatismo es proporcional a tu completa desorientación.

    Tito...a veces las respuestas las encontramos entre nuestras propias palabras, musitadas, construidas, el Presente, un instante.

    Besos muchos.

    ResponderEliminar