lunes, 13 de abril de 2009

El muy hijo de puta no quería morir

El muy hijo de puta no quería morir. Y mira que rodee su cuello con mis manos y le dejé muy claro que no iba a seguir arrastrandome a sus pies. Pero el muy hijo de puta no quería morir y sus lágrimas me conmovieron tanto que tuve que soltarle.
¿Era tal vez que le daba igual estar muerto o vivo? ¿O se afanaba en vivir por un mero intento por seguir? !Ay¡ ¿Qué se yo si era voluntad de vivir o ganas de hacer daño?
Amartillé la Glock y le miré a los ojos pero... no pude. Me quedé con el dedo en el gatillo, sintiendo el pulso en las sienes y maldiciendo la facilidad con que me enamoro. Y es que el muy hijo de puta no quería morir y yo necesitaba matarlo.
Le invité a un coctel al que añadí una generosa dosis de tetrodotóxina. Se lo tendí con una mano generosa mientras esbozaba una sonrisa maquiavélica pero recordé que ya no bebía. El muy hijo de puta no quería morir.
Quizá, pensé, necesito no ser testigo de su muerte. De seguro verle morir entre espantosas convulsiones o con un agujero entre las cejas me frena Así que le envié un ramo de rosas, todas rojas, todas rociadas con letal Sarin, todas con mis mejores deseos. Pero el envío nunca llegó. A cambio en la portada del diario del día después leí que cierto cartero había muerto tras echar espuma por la boca y sufrir un violento ataque. El muy hijo de puta no quería morir.
Le preparé entonces, un divertido souvenir y rellené su coche de dinamita y termita pero aquel día debía tener fiesta en el trabajo y el coche no estalló.
¿Era tan sencillo de ver para todos excepto para mí, que no podía matarlo?
Deprimido y lamentando que debido a la fortuna o a mi poca voluntad iba a seguir viviendo un día más, di un paseo y así, como una estrella nace en el cielo, se me ocurrió una gran idea. Entré en su casa y abrí la puerta del horno, al llegar se tumbaría en el salón, como siempre hacía y tendría una muerte lenta. Mi conciencia estaría tranquila, pues tendría una muerte dulce. Pero, ay, recordé que cocinaba con electricidad. Una factura de la luz alta no le mataría. El muy hijo de puta no quería morir.
Me decidí entonces por una táctica más sutil y menos engorrosa. Contrataría a un par de rusos para que ellos se encargaran. Pero olvidé que en mi ciudad lo único ruso que hay es la esaladilla. El muy hijo de puta no quería morir.
Y resignado me hallaba cuando en estas, un inesperado golpe de suerte me llegó y él solito se mato. Ya decía mi madre que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante




Gracias a Raquel por servirme de inspiración... besos gordos!!!

4 comentarios:

  1. Me suena al correcaminos...o estoy yo en modo infantil "on" :P

    Besos siempre Tito.

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  2. Mayte, si es que tú y yo somos almas gemelas.

    Belán, y capullas, mi querida rojilla, y capullas.

    Besos de lobo.

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  3. JAJAJAA, suena maquiavelicamente divertido, ni el correcaminos con tanta suerte. Por cierto, a quien querias matar??? a tu otro yo o a alguien externo, fisico y real o alguien ficticio q te atormenta???

    Besos y cuando tomamos un te (aunq sea pichacoso, esto no es granada lamentablemente)?

    ALLY_TREKKING

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  4. Me alegro de que mi relato te sirviera de inspiración. ¿Quién no se resistiría a morir? Yo desde luego lo haría hasta el último instante. Un recuerdo malo aún más, se esconden por ahí, pero siempre aparecen los cabr****, se resisten a morir.

    R.

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