domingo, 30 de agosto de 2009

Piel...

Sobre tu cabeza, globos de helio a medio estallar, tejiendo una tela, suave, oscura, delicada de dulces y misteriosos ángulos. Un manto de estrellas de 50 vatios a punto de estallar. El viento en suspense, caliente y resacoso. El motor del coche deteniéndose en la noche, rompiendo el silencio que solo un labrador de pelo rojizo aullando en la distancia se empeña en mantener. Y tus pasos en la gravilla, (tac-tac) como un metrónomo descompasado, atropelladamente tratando de mantener el ritmo pretencioso y que resulta (a todas luces) demasiado pomposo para la cita.

Y ella espera. Espera al final del camino de tierra. Contra las sombras de los árboles, de pie, apoyada en el vacío de las tinieblas, en el centro mismo de la oscuridad más tibia y vacilante. Crepuscular y purpura, como una Venus de ébano. Espera por el ritual que está a punto de comenzar. El almibarado guión del cazador y la presa, el eterno retorno primigenio.

Y la besas (y te besa), y le lames (y te lame), la muerdes (y se deja morder). Después, cuando las bocas no son suficiente, cuando las lenguas no dicen lo suficiente, y, uñas, dedos, costillas, manos, piernas, saliva, escamas de piel (sobre todo piel; marmórea y pétrea, de una espalda casi transparente) no dicen lo justo ni lo necesario, entrarás en su sexo, en su entrepierna, manos y pies paralelos, cuello rígido, cremalleras bajadas, labios que succionan y entran y salen, se hinchan a dos centímetros de tu rostro.

Y el olor a carne podrida, a carroña ya devorada, a salitre y sudor, mientras cabalga sobre ti lo inundará todo. Tu pene dentro de ella, como un eje, invisible y atemperado, saliendo de la tierra, bombeando toneladas y toneladas de oscura y grasienta materia oscura que alimentará al depredador que ahora te posee. Para finalmente eyacular. En sus paredes, aterciopeladas y pulposas. En sus entrañas y siguiendo más arriba. Como el sudor frío y pálido que mana de un animal salvaje.

Más tarde vendrá la nada, el olvido, la tierra quemada por la mano que no tiembla. La dulce y pragmática despedida. Las heridas en el costado, que restañarás con más carne que alimente la máquina. Con más hebras de finas y detestables excusas. Con más y más semen que desperdiciar sobre la piel (sobre todo piel; marmórea y pétrea, de una espalda casi transparente).





4 comentarios:

  1. O estoy espesita o esto me suena a necrófilo total.

    O simplemente es un polvo d esos q al cabo del rato dices por diorrrrrrr el rato q he perdido pudiendo estar durmiendo.

    muakkkk

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  2. Bueno, la verdad es que hay polvos que siempre acaban así... y que no deberían ni haber empezado...

    Besicos

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  3. ainssssssssss Belén q razón tienes joia

    muakkkk pa los dos

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  4. Bolero, sí, pelín necrofílico si que estoy estos días... debe ser el otoño yo qué sé..

    Belén, afortunadamnente también hay polvos que no deberían acabar nunca...

    besos de lobo

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