sábado, 9 de mayo de 2009

El Demonio y el Tiempo



Un hombre puro y honesto era atormentado por un demonio vengativo. Se le aparecía cada noche turbando sus sueños con premoniciones de mal agüero, así como recordando los momentos pasados más angustiosos para el hombre.

Desesperado decidió pedir ayuda a un hombre santo y sabio que habitaba en una montaña cercana.

Éste le recibió en su austera cueva, y escucho el relato de las angustiosas noches que el hombre le contó.

Tras escuchar la historia del hombre, el anciano sabio miro hacia el horizonte y le habló:

­­ “Ese demonio del que me hablas es, sin duda poderoso, más esto es lo que has de hacer para librarte de él. De regreso a tu casa, recoge en tus bolsillos un buen numero de las piedras que encuentres en el camino, mételas en un saco, colócalas bajo tu cama, acuéstate en ella y espera la llegada de la aparición. Cuando esta suceda, coge un puñado de esas mismas piedras y pregúntale al demonio cuantas piedras hay en tu mano. Repite esta operación unas noches, y ya veras que de seguro no vuelve a aparecer ante ti ese demonio.”

Extrañado, y creyendo que tan solo había malgastado su tiempo con aquel anciano, el hombre regreso a su casa, aun así, por el camino recogió, tal y como el anciano le había ordenado, una pequeña bolsa de piedras. Coloco la extraña petición bajo la cama, y tras acostarse, aguardo la llegada de quien perturbaba sus sueños.

No había el sueño arropado al hombre cuando un viento desolador que soplaba en el exterior, abrió la ventana de su habitación de par en par, dejando entrar, como cada noche al demonio.

Tembloroso ante una visión a la que no se acostumbraría jamás, alargo su brazo, metió su mano en la bolsa, y extrajo un puñado de piedras.

Titubeante alzo la voz dominando el pánico que le asaltaba.

“¿Cuántas piedras hay en mi mano?.” Pregunto.

El demonio dejó vislumbrar una sombra de sorpresa en sus ojos, y tras unos instantes de vacilación, grito de una manera atroz, y despareció por donde había venido.

Tres noches más duraron las visitas del demonio. Y tras su llegada el hombre repitió la misma operación, formulando la misma pregunta, con idénticos resultados.

A la cuarta noche, el hombre durmió como hacía meses no lo hacía. ,y del demonio jamás volvió a saber.

A la mañana del quinto día, el hombre se encaminó a la montaña del anciano, dispuesto a conocer el secreto que le había librado para siempre del demonio.

“ Es bien sencillo, respondió el anciano ante su pregunta, ese demonio no existía si no en tu interior, pues solo recordaba lo que tu recordabas, y aventuraba los presagios más aciagos que tu mismo ideabas, basándose en esos recuerdos, así pues, no podía saber cuantas piedras había en tu mano cada noche, puesto que ese demonio solo se alimentaba de tus recuerdos, y dudas, no de tu presente, ya que ni tu mismo sabes de que consta este.”





Moraleja; las cebras no tienen úlcera.

3 comentarios:

  1. me ha encantado la fabula, demuestra q el ser humano es lo q piensa. El dibujo es como el ying-yang, muy bonito.
    Lo q no entendi, la moraleja final: ¿las cebras no tienen ulcera?, sera porq no tienen inteligencia, y eso hace q no tengan tantos rollos mentales como nosotros, los llamados "seres inteligentes"?

    Un abrazo

    ALLY_TREKKING

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  2. Adoro esa frase...final.

    Besito Tito.

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  3. jajaja, sobrina... es qué tú eres relista
    besos

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