sábado, 2 de mayo de 2009

Mariposas

Mijail Rostropolaucos se ha sentado en una esquina del salón.
Nervioso e indeciso, se mesa los cabellos.
Tamborilea con ritmo sincopado sus huesudos dedos,
me mira de reojo y sonríe mientras apura su vaso.
Alguien rima versos con regusto a taberna antigua,
recreándose en palabras fútiles y livianas,
que duran lo que dura,
el momento en que sus letras se arrastran en esos labios.
Las mariposas, frágiles y volátiles nada saben de poesía.
Nacen como frutos maduros en el vientre de un melón podrido
y se apiñan en torno a una luz que no anhelan comprender.
Ligeras de equipaje, parcas en necesidades.
Vacías y estultas, huecas y cegadas,
mueren en el mismo instante,
que sus patitas frívolas se posan en mi piel.
Yo y esta vieja vocación de polilla aventurera
nos acercamos a esa luz,
con los ojillos del alma de par en par
nos derramamos en torno suyo
nos vaciamos en su presencia
para regresar al comenzar el día.
Convertidos, tal vez, en otra necia mariposa.

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