miércoles, 20 de mayo de 2009

Hace 4 años





Brilla la hierba, suave, delicada en hebras verdosas y ocres y en la lejanía, un pájaro, difunto y clarividente se empeña en su canto. Tú y ella estáis sentados al borde del abismo, como en un cuento de Borges, como en una suite de Chopin. Inmóviles, imperturbables, desangelados.

Y el abismo os devuelve la mirada, la inflama, la hincha hasta adquirir un tamaño sobrenatural, con un resplandor flamígero e irritante que se eleva sobre los campos de oro. Hasta hacerla ascender más allá de la línea de flotación de los tejados de pizarra y las chimeneas humeantes que perforan el espacio con sus columnas, rectas, pétreas y grises.

Abajo, en el valle, en casas donde se come pan y se bebe vino, y se ríe, se llora, se folla, se reza, se duele, se duda y hasta se alumbran los rostros con la bruñida luz de los televisores mortecinos y pálidos, como cantos de un funeral. Como plañideras de un mundo que gira y gira en su puto y condenado eje de bienintencionado conservadurismo.

Pero esta tarde no, esta tarde la muerte dejo de pasar por allí. Y el viento desmenuza las hojas de los robles, y deshilacha, con una natural parsimonia sus copas ensortijadas y marrones. Esta tarde calla todo, porque solo vosotros (tú y ella), tumbados, el uno junto al otro, en un panteón romano dudáis de las mismas dudas. Solo tú y ella (vosotros) arrodillados ante el altar iriscente y salvador de esta religión, os consumís como ceniza al viento, como breves segundos, infinitos y fugaces al mismo tiempo, de eternidad, malsana, arrogante y estirada como una cuerda tensa. Lista para disparar una flecha en el centro mismo de la cotidianidad vestida de sorpresa.

El aire, brumoso y aterciopelado mece su cuerpo, se recrea con sus formas y los embozos de su cabello se pliegan mansos como tallos tiernos de bambú. Y tú, callado de pensamiento y obra, de palabras y signos, solo sientes ese momento.

Junto-a-ella, junto-a-ella…



2 comentarios:

  1. Hay momentos que parecen eternos en el tiempo...

    Te beso Tito.

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  2. Sí, sobrina y otros no pasan ni a la de tres
    besos de lobo

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