miércoles, 10 de junio de 2009

La Enfermera de los Ojos Azules

Cuando al tipo del sombrero rojo le dijeron que se moría, se limitó a mirar al médico con el ceño fruñido y masculló algo en un idioma ininteligible. Semanas después, regresó a la misma aseptica y tibia consulta. Después de fingir interés en las noticias que el galeno fue desgranando sobre la mesa como si repasara el orden del día, salió de la consulta y se fue a comer al restaurante de enfrente. No olvidó guiñar un ojo a la enfermera de los ojos azules que le miraba con aire compungido.
¿Cómo puedes tener apetito? Se preguntó a sí mismo. ¿No te has enterado que estás muriendo? Pero no se escuchó, realmente el chuletón estaba de muerte (vaya, que sinónimo tan desacertado) y por si fuera poco, había roto su voto de sobriedad y se estaba animando con una botella de Rioja, aunque sólo bebió una copa.
Después fue a dar un paseo por el parque cercano. Olía a jazmín y el aire soplaba ligeramente. Los niños correteaban de aquí para allá y parejas sentadas en la hierba daban la bienvenida al verano enfrascadas en bocas y lenguas ajenas. El tipo del sombrero rojo sentía un poco de nada sana envidia por ellos y se sorprendió a sí mismo aguzando su vista en dirección a las ventanas del hotel dónde había estado no hacía mucho. Rápidamente, no fuera a ser que se quedará colgado de los recuerdos, miró en dirección al lago fingiendo que su abstracción había sido tan sólo un hecho casual.
Deambuló hasta la ciudadela con paso lento y las manos en los bolsillos del pantalón. Encendió un par de cigarrillos y se paró en el escaparate de la librería un minuto. Las nubes pasaban sobre su cabeza y desfilaban en dirección al sur con rapidez. Estaba seguro que llovería en un rato y el olor a mojado ya impregnaba su bien dotada pituitaria de cánido-humano.
Después de vagar por el centro y comprar un par de cedes de Cowboy Junkies en la segunda planta de un centro comercial, regresó al parking y para su sorpresa, al doblar una columna, se topó de frente con la enfermera de los ojos azules.
Charlaron un par de minutos. Nada serio, muy corteses y en su sitio. Él era la primera vez que le veía sin el uniforme blanco y ella nunca le había visto sonreír con los ojos. Después de unas cuantas frases cruzadas, empezaron a sentirse cómodos. Ella se apoyó en el coche que les venía más a mano y él echó un vistazo a las manos de ella por si bajo la luz irisada de los fluorescentes una bonita alianza de boda brillaba. Pero justo cuando él iba a proponerle trasladar la conversación a la luz del sol, el teléfono de ella sonó rompiendo la magia del momento. Disculpa, dijo, es mi marido…
Cuando se despidieron con dos besos, tan corteses y blancos que resonaron en las paredes con un sonoro muack, ella debía estar adivinando lo que pasaba por la cabeza de él, porque adujo que ese café tendría que esperar otra ocasión. Tranquila, dijo el tipo del sombrero rojo, ocasiones no nos van a faltar en los próximos cinco o seis años.

1 comentario:

  1. "deambulo hasta la ciudadela con paso lento ya las manos en los bolsillos" (y el rabo entre las piernas...jijij)

    Oye, ya en estos tiempos peligrosos y de crisis encima, no se lleva alianza ni de plastica comprada en un chino. Vaya!!!, justo tenia q salir el movil a dar la noticia... q desilusion

    ;) ;) ;)

    Ally_trekking

    P.D.: ¿¿¿se moria o no el caballero de sombrero???

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