miércoles, 16 de septiembre de 2009

Habanera



En el verano de 1976 yo tenía 11 años. Mis padres poseían un pequeño restaurante a pie de playa en un pequeño pueblo del levante español y cada verano, como hermano mayor que era de una familia de clase media en la España prodemocrática, me correspondía el honor de ayudar en la cocina o sirviendo platos. Ese era el modo de pagar por el nulo afán por los estudios que tenía por entonces y de igual modo, servía a mis pacientes padres en las labores del negocio familiar como expiación de mis numerosas y variadas trastadas. Mi infancia transcurrió pues entre fogones y platos de paella, entre mesas con vistas al mar bajo un toldo desgastado cortesía de una marca de helados y el sopor de las tardes de estío. No fueron pocas las ocasiones en que en aquella época maldije mi mala suerte y hubiera deseado que mi padre, cocinero excepcional, he de añadir, hubiera dedicado su talento a otras labores. Pero estaba claro que mi padre no podía haberse consagrado a oficio ninguno en el que mejor encajara que aquel. Su prodigio para la cocina era ciertamente extraordinario y en verano, los turistas se apelotonaban literalmente ante las puertas de nuestro local y hacían cola por probar su paella o calderada de pescado. No heredé yo ni su talento ni el gusto por los fogones, con lo que las tardes pasadas en aquel pequeño local, trayendo platos de las mesas a la cocina y viceversa o ayudando a mi madre a colocar los manteles de papel sobre las mesas de plástico para el siguiente turno de comidas, me parecía un castigo en toda regla similar al que un preso puede sufrir en cualquier cárcel de máxima seguridad. Aquella labor, o condena si así se prefiere llamar, me llevaba buena parte de la tarde y de la noche y si bien siempre conseguía sacar el tiempo necesario para jugar con mis amigos en la playa o para echar una partida en los futbolines del pueblo, lo cierto es que la llegada de las vacaciones estivales representaban para mí todo menos la posibilidad de tener tiempo para mí y este era invertido casi en su totalidad en el negocio familar. Pero no todo era trabajo.
Bien entrada la noche y cuando el velador comenzaba a despejarse de los últimos comensales, mi padre se sacaba el delantal que con profesionalidad espartana adornaba su uniforme y se sentaba junto al resto de la familia alrededor de una mesa. A la sobremesa que se alargaba frecuentemente hasta altas horas de la noche, acudían amigos de la familia y gente del barrio, pescadores casi en su totalidad, con los que compartíamos plato y copa y la animada charla y el vino se derramaban quebrando la quietud mortecina que afloraba de las farolas del pueblo. Cuando los platos eran retirados de la mesa, las voces de aquellos viejos marinos y navegantes inundaban entonces el velador entonando habaneras que hablaban de tiempos pasados y mi padre descolgaba una vieja guitarra que yacía languida en las paredes del local y acompañaba con los acordes que brotaban de sus manos huesudas aquellas tristes canciones. Yo, luchando contra el sueño que amenazaba con derrotarme, me apoyaba en el respaldo de la silla y con los ojos entornados escuchaba ensimismado aquellas cantilenas que hablaban de amores y mares lejanos y de tierras más allá del horizonte del mar. No fueron pocas las ocasiones en que me sorprendí a mí mismo con el llanto a punto de aflorar y haciendo míos aquellos versos pretéritos. Era en aquellos momentos cuando yo más cerca me sentía de mi padre. Le miraba con un pozo de orgullo en mi pecho y quería que aquel momento no acabara nunca.

5 comentarios:

  1. Me encanta como describes la escena, lobo. Tienes un talento inmenso para hacer brotar sentimientos con tus palabras.
    Besos mil.

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  2. Como sigas asinnnnn, yo no sé q voy hacer contigo, ...
    muakkkkkk
    FELIZ SAN MATEO, VEN A VERME Y ME ESCAPO CINCO SEGUNDOS A TOMAR UN CHUPITO CONTIGO

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  3. Las noches de verano, siempre hablamos de los adolescentes, pero qué pasa con los niños?

    Que también viven...

    Besicos

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  4. Que bueno eres, lobito.

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  5. Precioso relato con sabor de habanera...buena combinación.Besos.

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