domingo, 4 de marzo de 2012

Multiverso



Morí, por primera vez a los 29. Ahogado en mi propio vomito en un sucio baño de un club de l'Enxample. Mientras XXXX esculpía susurros con sus pestañas infinitas, yo era un suicida sin nombre y mis últimas palabras fueron para ella. Me recorté, después, en un vendedor de humo. Naciendo de nuevo entre delicadas volutas de pura voluntad. Me até a quien más me quiso y cómo premio a su amor, le traicioné en cuanto pude con una golfa de una ciudad sin mar. Decida el lector si fue la inercia o esta vieja fatiga de todo quien me hizo actuar así. No importa. La muerte es demasiado tibia para hacer daño dos veces. Así que camine... seguí caminando. Tracé parábolas imposibles, trenzando con palabras experimentadas las mentiras más reales que nadie ha acometido jamás. XXXX se convirtió entonces en una suerte de metáfora de las mujeres que quise (pero no pude) amar. Fue bruja, mentirosa redomada, ángel de óxido e incluso mal de amores como una mala jugada. Y volví a morir. Esta vez de aburrimiento. Para hacerlo tuve que elevarme hasta un cielo yermo y meter mi polla en tantas nubes que me sentía mareado, para después eyacular en un mar de certezas a medias sobre el que brillaba un sol de estaño. Una vez preñado el mundo que inventé, me dediqué a morir, cómo quien oye llover en una bañera. Tomé drogas, me emborraché, y me peleé con todo lo que sabía, tan sólo por pura vocación destructiva. Hoy, regresó a aquel baño y miro las baldosas sucias y llenas de mugre. Y me pregunto en qué parte del camino elegí esta vida.
¿En qué instante la posibilidad fluctuó en esta realidad y la onda colapsó en lo que veo en el espejo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario